Información, opinión, conocimiento, sabiduría e introspección no son sinónimos.
En el empleo que comúnmente hacemos de estas palabras confundimos opinión con información, conocimiento con sabiduría, introspección con conocimiento… La etimología, significado, alcance o valor de cada uno de ellas es diferente.
La confusión actual es notable. No sólo obedece a la mera ignorancia de quienes las utilizamos. También se puede explicar brevemente en algunas praxis y roles de los diferentes actores implicados.
1. Información vs opinión
Los medios de comunicación tradicionales disfrazan su opinión como noticias de información que publican para consumo continuo.
Aproximarse a la vulgar dimensión deontológica de los medios tradicionales, que parecen desconocer en cada noticia política la diferencia entre un juicio de valor y un juicio de hecho, está al alcance de cualquiera.
Echar un vistazo a las portadas de El País o El Mundo, escuchar la Ser o la Cope, ver el noticiario de La Sexta, atender a los debates de Intereconomía… la pequeñez deontológica con la que se emplean los medios tradicionales que conforman la opinión de la ciudadanía sólo parece encontrar un equivalente: su recurrente vulgaridad moral.
2. Ego y conocimiento
La cultura de captación de la atención tan típica de las redes sociales tiende a penalizar el conocimiento que albergan con la sucesión continua de comentarios, documentos o tweets irrelevantes.
En las redes es habitual que unas relaciones (de poder o personales) se impongan a otras relaciones más provechosas (las que atienden al conocimiento y el valor del contenido).
Es una lástima que en las redes haya tantos factores de distorsión. El autobombo pervierte el espacio común de comunicación entre iguales.
3. Ausencia de introspección personal
La exposición casi 24/7 a las fuentes de información nos impide la reflexión necesaria para conocer por uno mismo qué es lo que opinamos sobre esos mismos asuntos por los que nos interesamos. Sin filtros, solemos incorporar la opinión de lo que leemos, vemos, compartimos.
La introspección es una herramienta de crecimiento personal tristemente en desuso. Carecemos de perspectiva y quizá de voluntad para preguntarnos qué es lo que sentimos por nosotros mismos.
Creemos lo que escuchamos, oímos, recibimos sin detenernos a hacer preguntas básicas. ¿Qué opino yo sobre esto? ¿A qué se debe que apruebe/rechace el asunto? ¿Por qué encuentro correcta/incorrecta mi opinión? ¿A qué obedece mi rechazo/aprobación por lo que pienso?
Este post sobre el nuevo paradigma de comunicación en el que vivimos nace al hilo de un experimento personal realizado por Joan Ballester llamado 7 días evadiendo la red.
En él, Joan limita conscientemente su habitual presencia y conectividad con diversas redes sociales. En apenas 7 días Joan nos habla de conocimiento de sus necesidades, de una mejora en su productividad laboral, de haber oxigenado sus rutinas…
Existe un vínculo evidente entre lo que Joan ha experimentado y la necesidad de no confundir la información con la opinión o el conocimiento con la sabiduría.
Las redes son el nuevo paradigma en la comunicación y la configuración de la realidad social. Todos tenemos ahora un altavoz con el que comunicarnos con una multitud, conocida o por conocer.
Por favor no viciemos las redes con las actitudes que nos anulan como individuos con conciencia crítica. Entendamos las redes como espacios con los que construir una realidad mejor, útil y sin los vicios que arruinan lo mucho que pueden ofrecer.
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