“You were always one of those, blessed with lucky sevens, and the voice that made me cry”, Placebo en Song to say goodbye.
La foto es de Paolo Pellegrin, de la agencia Magnum, y muestra Luanda en vista aérea. Paolo Pellegrin visitó Angola en el año 2006 para cubrir un estallido de cólera que se llevó por delante a miles de personas. El reportaje de fotos le valió a Paolo ganar no sé qué premio de fotografía y al mismo tiempo le permitió exhibir al mundo algunos extremos en los que se mueve Angola: segundo productor de petróleo de África y cuarto país del mundo con menor esperanza de vida (en 2006). El trabajo fotográfico de Paolo es magnífico, pero la reflexión creo que es otra.
Al final esta mierda se reduce a donde naces. Olvida lo inteligente y brillante que eres. Se trata de una puta lotería. Puedes nacer y morirte sin ni siquiera haber abierto los ojos en una favela o en el seno de una familia que soporte tus caprichos hasta el día que desaparezcas. Entre ambos extremos existirán millones de diferencias pero en esencia tan sólo hay una, una única diferencia.
Más allá del resultado estético, la imagen aérea de Luanda tiene un valor interpretativo máximo. Permite comprender con sólo una mirada cómo respira esta ciudad y cuál es la jerarquía humana que la rige. En blanco y negro. Con salvedades, la consecuencia tiende a ser una dicotomía determinante: cara o cruz.
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